Los
recientes episodios de abuso en los que madres con presuntos problemas mentales
arrojan sus más sórdidos comportamientos contra niñas nos generan un latente
temor como sociedad.
Los
fenómenos misóginos suelen ser perpetuados por hombres; sin embargo, los abusos
ocurridos en los últimos días elevan una alerta. Las víctimas, en los tres
casos, han sido niñas menores de 9 años. Si esto no te provoca inquietud,
debería hacerlo, ya que estamos observando un proceso en sí mismo complejo de
internalizar y comprender.
El
martes comenzó esta serie de incidentes con una joven madre que se suicidó al
lanzarse desde un cuarto piso con su hija, quien supuestamente estaba siendo
abusada por una tía. Este caso nos lleva a cuestionar cómo una mujer que, en
teoría, buscaba proteger a su hija terminó asesinándola. El viernes, una madre
profesional decapitó a su hija, presumiblemente en un acto de desesperación por
problemas familiares. El sábado, otra madre le arrancó parte del cuero
cabelludo a su hija con un cuchillo, alegando que era un castigo físico.
Seguramente hay más casos, pero estos son los que en este momento disparan las
alarmas. Las agresoras son tres madres que, al parecer, han adoptado una nueva
modalidad en la que mujeres con problemas mentales, de autoestima, económicos o
familiares descargan su malestar sobre sus hijas.
¿Qué está pasando? se preguntarán muchos. ¿Por qué necesariamente van contra las
niñas? Eventualmente son más vulnerables y, posiblemente, son
la representación o la proyección de sí mismas que hacen estas mujeres.
¿Quién se encargará de proteger a nuestras niñas si sus
propias madres están invadiendo y dañando con sus problemas la vida de las
inocentes? debemos
abordar este fenómeno con la rigurosidad que merece, tanto a nivel familiar
como social. Es urgente abandonar los mitos del demonio o la desesperación y
ver esto como lo que es: una alerta sobre la salud mental de las mujeres en la
República Dominicana, lo que debería llevarnos a una reflexión profunda como
sociedad.
Desde
el Estado, es necesario reforzar el compromiso de cuidar, desde las escuelas, a
las niñas y a sus madres, con programas que apoyen el bienestar mental. Como
sociedad, debemos estar atentos a las señales y asumirlas como alertas: madres
con sobre apego o protección extrema, baja autoestima, devoción excesiva a la
fe, al dinero, a las redes sociales, o adicción a sustancias y actitudes
nocivas. Estas son algunas señales que deben alertarnos de que una madre podría
estar pasando por un mal momento emocional, lo que podría llevarla a volcar su
malestar sobre su hija, quien en este contexto es la figura más vulnerable del
núcleo familiar.
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