Por. Danitza Rojas Genao
Amores que matan, dice el refranero popular y si creo que hay
amores que dañan tanto a un niño, como
la daga del asesino. La sociedad dominicana se asombra en qué en el primer
trimestre del año han fallecido más de 10 menores en episodios que nada tienen
que ver con niños; debería ser la misma sociedad que reflexione sobre cuáles
son las acciones que desde los adultos están impactando y poniendo en peligro
la vida e integridad de los niños.
Advierto padres que se dejan confundir por el brillo, la
hermosura de las flores y los colores, llevando a niñas a conciertos en los
cuales se exhibe el cuerpo al desnudo en consonancia con invitaciones al
consumo de sustancias y que decir de sus letras creadas para adultos que si
comprenden el significado de la invitación que se les hace a una sexualidad sin
límites.
Llevan a niños a celebraciones de carnaval que teñidas con
vistosos colores que también encierran ambientes de adultos, donde los adultos
fuman, beben y hacen mala manipulación de fuegos artificiales.
Ser juicioso va más allá de ponerles vacunas o inscribirles
en el preescolar, es también ser cuidadosos y
decirle a sus hijos; no vas, no es un ambiente para niños y ya….
Ahora nos quedan las vivencias de estos incómodos y dolorosos
sucesos que nos deben de llevar a una reflexión inteligente del rol restrictivo
que los padres deben imponerse a ellos mismos para salvaguardar la integridad
física y psicológica.
Muchos dirán que todo indica que hace falta un letrero
prohibitivo que diga “no menores”, para que los adultos hagan conciencia de qué
no todos los ambientes son para los muchachos como se decían hace 20 años
muchacho es muchacho. Aquí no es el estado, no son las empresas, ni es la
escuela la responsable, son los padres en su ego de yo quiero disfrutar mi vida
con libertad y si eso implica arrastrar a mi hijo a esos lugares.
Todo esto, nos lleva a una sola reflexión y es a la sociedad
misma la que debe escucharse y mirar estos eventos como posibles motivaciones
para cambiar.