Lejos de las increíbles cifras de visitantes extranjeros a República
Dominicana y de las espectaculares inauguraciones del año que se despide, se
encuentran las vejaciones y realidades vividas en el plano educativo, obras escolares
en construcción aun sin concluir, productos químicos lanzados en fincas que
amenazan la vida de quienes habitan las escuelas, comida inadecuada para los
estudiantes y múltiples temas que golpean al sector educativo.
En los resultados de las pruebas se volvieron a revelar los bajos
niveles de aprendizaje y motivación de
los estudiantes, estas son algunas de las alertas que disparan el sistema
emocional del docente, ese maestro que hace adecuaciones curriculares para
lograr que ese contenido llegue e impacte en ese alumno, mismo que tiene aulas sobrepobladas
y una conducta permeada por una crianza disfuncional, realidad misma que hace
que se cuestione y piense ¿qué mas puedo
hacer?.
Es una verdad que la población que mayormente manda a sus
hijos a la escuela está representada por familias con serias deficiencias
intelectuales y comportamentales que son el resultado con frecuencia de padres
adolescentes que aprendieron a vivir como pudieron, sin educación formal y
seguimiento institucional.
Estas mismas familias pese a los talleres y asambleas de
padres, no comprenden como su presencia en la escuela es la diferencia positiva
en el desarrollo de sus hijos, dejadez que carga aún mas en los docentes.
En el 2023 el MINERD exhibió un ambivalente contoneo que hizo
que no se terminaran de concretizar planes y proyectos, una escuela que con
lamento muestra riñas, desorden y descredito educativo, y un sistema que
transita en un laberinto del que al parecer no será sencillo salir, pues
quienes lo lideran aun no ubican la ruta a seguir.
Alejarse del frío discurso de la calidad educativa sin
revisar debilidades propias, tiene que ser un propósito serio para el nuevo
año, readecuar y socializar con las instituciones de educación superior ese
perfil de ingreso docente que hoy es difuso es prioridad, así como repensar la
forma en que esos concursos mal organizados y con basto descredito dejan de ser
un enigma para quienes asisten.
La escuela pública actual es un sistema que no puede respirar
por si solo, las instituciones con las que debería hacer sinergia están aún más
debilitadas, una ley del menor descontextualizada que debería ser ya
descontinuada, un sindicado que se distrae hablando de aumento salarial en vez
de centrarse en el bienestar integral del maestro y unos actores educativos
invalidados por su oscurantismo es lo que realmente tenemos, lo cual es
vergonzoso.
Finalizamos con esos deseos románticos de que en el 2024 con
la magia de un nuevo año, llene de sabiduría a quienes desde sus rol de padres,
docentes y dirigentes accionan desde sus casas, aulas y oficinas para que este sistema
se convierta en un puente entre el estudiante y los conocimientos que harán de
él, un ciudadano eficaz en una sociedad que compite consigo misma.