lunes, 30 de noviembre de 2020

RESISTENCIA A LA PRESIÓN DE LA FAMILIA

 

Por: Ángel Cruz  

y Amada Zeledón

Resistencia por parte de la familia

Cuando una familia no acepta o se opone al tratamiento de las intervenciones que utiliza el terapeuta, se le conoce como resistencia, esta busca la manera de defenderse a las tareas que debe realizar en favor de su salud emocional, y prefiere aferrarse a su condición.

La resistencia inicia en los años 1885, por Sigmund Freud. En el 1937 se definió como aquella fuerza que durante el análisis, se defiende por todos los medios contra la curación, y a toda costa quiere aferrarse a la enfermedad y el padecimiento.

En terapia sistémica, se conoce a la homeostasis del sistema familiar, como el proceso en el cual, el sistema muestra resistencia ante un hecho que no corresponda con lo que normalmente se espera en la dinámica familiar, estos procesos, o mecanismos homeostáticos, son asumidos por uno o varios miembros del sistema familiar para que se mantenga la dinámica tal cual está, sea esta buena o mala, de hecho, donde se ve con más normalidad es cuando un miembro del sistema familiar intenta cambiar la dinámica, ya sea porque ha sido el individuo que hizo procesos terapéuticos y/o le llegó el momento de su vida en que quiere mejorar su dinámica familiar o hacer cambios, lo hace  poniendo límites, fruto de un proceso de diferenciación o un cambio natural de la etapa vital del núcleo familiar.

Supongamos que venimos de una familia que suele ser muy protectora, que acostumbra infantilizar a los miembros del sistema, en este caso, los hijos/as (mayores de 18 años).

Uno de ellos se plantea independizarse, ya sea mudarse solo, casarse, irse fuera del país; el sistema familiar va a tratar a como dé lugar, que el miembro conserve el statu quo (el infantilizado), empezará a degenerar dinámicas en la que al individuo se le dificulte el paso a la nueva etapa (mecanismos homeostáticos).

 Es en este momento, en la que empiezan a aparecer enfermedades en otros miembros, situaciones familiares “importantes”, o situaciones puntuales de desacuerdo, en las que al individuo que quiere diferenciarse se le retira el apoyo emocional, se le retira la palabra o hasta expresar abiertamente la incapacidad irreal de este individuo, hasta que el mismo entienda que no es el momento, o que simplemente empiece a ver los aspectos positivos de conservar el statu quo. En este caso, el sistema conserva el estado, la homeostasis se mantiene, pero el individuo no crece.

En este punto, el individuo llega a terapia, porque se siente estancado, siente que no ha avanzado en la vida o que nunca puede conservar una pareja; el rol del terapeuta familiar en este caso, es primero, psicoeducar, luego acompañar al paciente en la búsqueda de herramientas que le permitan funcionar de manera funcional para responder a la crisis del sistema; o sugerir la terapia familiar, de manera que cada individuo identifique su rol en el sistema y la enfermedad del sistema vaya cediendo.

La psicología es ciencia, y la ciencia es magia, nunca es bueno subestimar el alcance de una dinámica familiar disfuncional en el impacto de los procesos mentales y la vida de los miembros de un sistema; muchas de las enfermedades del cuerpo nacen en la mente, la mente es el fruto de los procesos vividos en nuestra vida, donde la misma la desarrollamos bajo las circunstancias individuales, pero también, de manera principal y primaria, en la familia.

 

 

 

Resistencia por parte del terapeuta

Los terapeutas, al acompañar en  terapia familiar, se ven expuestos y muchas veces, tienen que acudir a la resistencia terapéutica, los terapeutas con sus habilidades especiales obtenidas a lo largo de su formación y experiencia, se dan a la tarea de asistir a múltiples tipos de familias.

En el transcurso de un acompañamiento terapéutico el especialista realiza una especie de resistencia que le augurará el éxito en la terapia, esta resistencia se convierte en una especie de albarrada que le permitirá no ser absorbido en el papel que está desempeñando.

Muchas veces, la familia ejercerá presión indirecta sobre el terapeuta, en su búsqueda por resolver la situación que le aqueja, si este se dejara arropar por la dificultad que está tratando, cometería uno de los más grandes errores, de los cuales, los terapeutas no están exentos.

El especialista en la realización de sus prácticas,  no ejerce con el fin de ser el salvador, ni el médico que da recetas  en búsqueda de solucionar determinada situación, sino, más bien, con el objetivo de ayudar a la familia a descubrir las soluciones en sí mismas, para que descubran la luz al final del túnel.

En este proceso de acompañamiento, el terapeuta está expuesto a inclinarse a un lado de la balanza o muchas veces, si no es capaz de vislumbrar el objetivo con claridad, podría tomar una postura parcializada, lo que sería perjudicial en su desempeño profesional, por tal razón, debe estar atento a no dejarse condicionar  y así, ser ecuánime y congruente en su labor, este tipo de resistencia es lo que le permitirá evitar uno de los tantos errores en los que se puede ver envuelto.

Sin duda alguna, es crucial estar alerta en el tema de la resistencia, puesto que esta, como se ha planteado, además de ser una conducta generalmente asumida por los sujetos que se acompañan, puede también ser un tema que atañe al terapeuta en el desempeño de su oficio.

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