Por: Ángel Cruz
y Amada Zeledón
Resistencia
por parte de la familia
Cuando una familia no acepta o se opone al
tratamiento de las intervenciones que utiliza el terapeuta, se le conoce como
resistencia, esta busca la manera de defenderse a las tareas que debe realizar
en favor de su salud emocional, y prefiere aferrarse a su condición.
La resistencia inicia en los años 1885, por
Sigmund Freud. En el 1937 se definió como aquella fuerza que durante el
análisis, se defiende por todos los medios contra la curación, y a toda costa
quiere aferrarse a la enfermedad y el padecimiento.
En terapia sistémica, se conoce a la homeostasis
del sistema familiar, como el proceso en el cual, el sistema muestra
resistencia ante un hecho que no corresponda con lo que normalmente se espera
en la dinámica familiar, estos procesos, o mecanismos homeostáticos, son
asumidos por uno o varios miembros del sistema familiar para que se mantenga la
dinámica tal cual está, sea esta buena o mala, de hecho, donde se ve con más
normalidad es cuando un miembro del sistema familiar intenta cambiar la
dinámica, ya sea porque ha sido el individuo que hizo procesos terapéuticos y/o
le llegó el momento de su vida en que quiere mejorar su dinámica familiar o
hacer cambios, lo hace poniendo límites,
fruto de un proceso de diferenciación o un cambio natural de la etapa vital del
núcleo familiar.
Supongamos que venimos de una familia que suele
ser muy protectora, que acostumbra infantilizar a los miembros del sistema, en
este caso, los hijos/as (mayores de 18 años).
Uno de ellos se plantea independizarse, ya sea
mudarse solo, casarse, irse fuera del país; el sistema familiar va a tratar a
como dé lugar, que el miembro conserve el statu quo (el infantilizado),
empezará a degenerar dinámicas en la que al individuo se le dificulte el paso a
la nueva etapa (mecanismos homeostáticos).
Es en
este momento, en la que empiezan a aparecer enfermedades en otros miembros,
situaciones familiares “importantes”, o situaciones puntuales de desacuerdo, en
las que al individuo que quiere diferenciarse se le retira el apoyo emocional,
se le retira la palabra o hasta expresar abiertamente la incapacidad irreal de
este individuo, hasta que el mismo entienda que no es el momento, o que
simplemente empiece a ver los aspectos positivos de conservar el statu quo. En
este caso, el sistema conserva el estado, la homeostasis se mantiene, pero el
individuo no crece.
En este punto, el individuo llega a terapia,
porque se siente estancado, siente que no ha avanzado en la vida o que nunca
puede conservar una pareja; el rol del terapeuta familiar en este caso, es
primero, psicoeducar, luego acompañar al paciente en la búsqueda de
herramientas que le permitan funcionar de manera funcional para responder a la
crisis del sistema; o sugerir la terapia familiar, de manera que cada individuo
identifique su rol en el sistema y la enfermedad del sistema vaya cediendo.
La psicología es ciencia, y la ciencia es magia,
nunca es bueno subestimar el alcance de una dinámica familiar disfuncional en
el impacto de los procesos mentales y la vida de los miembros de un sistema;
muchas de las enfermedades del cuerpo nacen en la mente, la mente es el fruto
de los procesos vividos en nuestra vida, donde la misma la desarrollamos bajo
las circunstancias individuales, pero también, de manera principal y primaria,
en la familia.
Resistencia
por parte del terapeuta
Los terapeutas, al acompañar en terapia familiar, se ven expuestos y muchas
veces, tienen que acudir a la resistencia terapéutica, los terapeutas con sus
habilidades especiales obtenidas a lo largo de su formación y experiencia, se
dan a la tarea de asistir a múltiples tipos de familias.
En el transcurso de un acompañamiento
terapéutico el especialista realiza una especie de resistencia que le augurará
el éxito en la terapia, esta resistencia se convierte en una especie de
albarrada que le permitirá no ser absorbido en el papel que está desempeñando.
Muchas veces, la familia ejercerá presión
indirecta sobre el terapeuta, en su búsqueda por resolver la situación que le
aqueja, si este se dejara arropar por la dificultad que está tratando,
cometería uno de los más grandes errores, de los cuales, los terapeutas no
están exentos.
El especialista en la realización de sus
prácticas, no ejerce con el fin de ser
el salvador, ni el médico que da recetas en búsqueda de solucionar determinada
situación, sino, más bien, con el objetivo de ayudar a la familia a descubrir
las soluciones en sí mismas, para que descubran la luz al final del túnel.
En este proceso de acompañamiento, el terapeuta
está expuesto a inclinarse a un lado de la balanza o muchas veces, si no es
capaz de vislumbrar el objetivo con claridad, podría tomar una postura
parcializada, lo que sería perjudicial en su desempeño profesional, por tal
razón, debe estar atento a no dejarse condicionar y así, ser ecuánime y congruente en su labor,
este tipo de resistencia es lo que le permitirá evitar uno de los tantos
errores en los que se puede ver envuelto.
Sin duda alguna, es crucial estar alerta en el
tema de la resistencia, puesto que esta, como se ha planteado, además de ser
una conducta generalmente asumida por los sujetos que se acompañan, puede
también ser un tema que atañe al terapeuta en el desempeño de su oficio.
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