Por:
Elizabeth
Moreiny Germoso Polanco
Crisálida
Natalie Quiroz Rosa
Calificativos, apodos, apelativos, nicknames… como quieras llamarlos, ¿te gustan? Sobre todo, cuando vienen de papá o mamá. ¿Cuál rol ocupas en casa? ¿El del hijo bueno, listo y simpático? ¿O por el contrario eres el malo, tonto, holgazán, la oveja negra de la familia…? A lo mejor te has sentido identificado/a con alguno de estos, no eres el único.
En
las familias, cada miembro tiene un rol asignado, desde los padres hasta el
último de los hijos. Si bien es cierto que es favorable e incluso sano tener
papeles bien definidos en nuestra familia, estos pueden ser espadas de doble
filo si no se tiene control de ellos, ya que pueden influir positiva o
negativamente en los diferentes integrantes de la familia.
Cuando
estos calificativos son positivos, de que eres el hijo trabajador, que no da
problemas, el simpático, tranquilo… pues cuando recibes todos estos elogios,
ciertamente tu autoestima se eleva y sientes más seguridad en ti mismo; pues
todo esto se convierte en estímulos positivos para ti, en alabanzas y
motivaciones. No obstante, cuando eres el hijo que recibe todos los
calificativos negativos (tonto, enfermo, el que trae problemas a la familia…),
esto no ayuda en lo absoluto, ya que esto sólo lleva a que te sientas
censurado, pues son factores poco enriquecedores que sólo conducen a que te
sientas poco valorado, desestimado, olvidado…
En
muchas ocasiones, los padres asignan papeles a los hijos con los cuales ellos
ni siquiera se sienten cómodos (por ejemplo ‘’de protector’’), sin embargo,
como ya están ‘’etiquetados’’ de ese modo desde hace mucho tiempo, pues se
adaptan a este calificativo y, para no decepcionar quizá, tratan de complacer a
sus familiares en todo momento, lo que lo llevaría a actuar acorde a su papel -de
protector- en las todas las circunstancias, aun cuando haya momentos en que él
quisiera sentirse protegido.
Pero
así mismo como está ese apelativo positivo en algún hijo, está el que es todo
lo contrario, quien sería el anti-tipo a ese hijo bien portado, y en la familia
los tienen muy bien identificados a ambos, pues hasta el semblante cambia
cuando hablan de uno u otro hijo, acorde a sus características. Por esto, si la
familia va a terapia por una determinada situación, el orientador o terapeuta
debe resetear -cual computadora- esas ideas en la familia, para iniciar desde 0
y reformular sus pensamientos acerca de cada miembro de la familia.
La
familia necesita una estructura viable para promover la individuación de sus
miembros y, simultáneamente, proporcionarles un sentimiento de pertenencia. La
terapia de familia siempre ha estado centrada en lo vertical, la relación entre
hermanos es horizontal.
Dadas
la situación mencionadas anteriormente, es necesario trabajar un área que pueda
ser beneficiosa y útil para buscar posibles soluciones.
- Proveer las herramientas necesarias para cada uno de
los miembros.
- Objetar el cambio de patrones de interacción
negativos entre los miembros de una familia.
- Limitar las maneras en que las familias suelen crear
los papeles y mitos mencionados.
- Optar por el cambio de patrones de interacción
negativos entre los miembros de la familia y que ésta permita poner en
manifiesto lo valorativo e integrador de cada uno.
- Poner en marcha un registro de la frecuencia de las
conductas no deseadas en los miembros.
Por
esto, es necesario crear áreas de competencia, pero ¿cómo lo hacemos?
v Es imprescindible desarrollar acciones por medio de las
orientaciones que reciben la familia para la eliminación de factores negativos
que pueda estar relacionada con algún miembro.
v Es importante la orientación a las familias ya que
los padres aprenden a penetrar en el mundo interior de sus hijos, por lo que de
ninguna manera tanto el orientador como el terapeuta pueden aceptar
definiciones negativas que le atribuye la familia de alguno de sus miembros.
v Se debe resaltar que esos tipos de descripción son
irreales y falsas, por lo que es recomendable actuar como que no fueron
escuchadas.
v Ejercer influencias positivas en cada miembro para
erradicar dichos mitos.
La
comunicación efectiva desempeña importantes funciones que están estrechamente
ligadas, se produce una necesaria comunicación entre los miembros, aunque
también ellos dedican parte de su tiempo a la actividad específica de la misma.
Por otra parte, se encuentra lo que es el llamado ‘’hijo
genitorial’’, ¿lo conoces? Esto es cuando
un niño se convierte en padre (asume su rol), caso que suele darse en muchas
familias, por lo que generalmente esto produce un movimiento en muchos casos
desestabilizador, que provocará que los límites se traspasen entre los
participantes, provocando confusión de la identidad dentro de la familia.
En
algunos casos estas conductas son reforzadas y observadas con orgullo por parte
del resto del sistema familiar, suele verse como un espacio de “madurez
precoz”, y como se vuelven funcionales ante este rol, se le siguen asignando
nuevas tareas que van a ir perpetuando la confusión de la identidad y de los
roles y límites dentro de la familia.
Existen
algunas modalidades como son:
Ø Hijos e hijas que hacen ambos papeles de padre y madre
Muchas
veces son complementadas por:
Ø Padre con rol de hijo
Ø Madre con rol de hija
Aunque
también están lo inverso de papeles con los modelos de:
Ø Padre con rol de madre
Ø Madre con rol de padre
Las
orientaciones dadas por el terapeuta a las familias deben ir marcadas siempre
por lo favorable, pues al darse estas situaciones los hijos dejan de vivir su
etapa de desarrollo, dejan de vivir su infancia para poder adaptarse a una
etapa más compleja, se convierten precisamente en adultos en miniatura, por lo
que pueden evidenciar dificultad para desarrollar relaciones con sus pares
adecuadas y sanas. Esto hace que salten una etapa que debe ser hermosa y
nutritiva, dejan de ser niños, y empiezan a cumplir funciones de un adulto. Es
una carga muy pesada que inevitablemente traerá consecuencias para su vida
inmediata y adulta.
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