Por: Maria Antonia Dominguez
Existe una relación sistemática entre familia y sociedad.
Las personas reciben y aportan en la familia sus primeras experiencias de
afecto, educación, asimilación de normas y reglas. Cuando interactúan en
espacios fuera del entorno familiar tienden a proyectar en su relación con los
demás el resultado de las experiencias con sus familias de origen. Mientras
esto ocurre hay otras influencias sociales a las cuales la familia se ve
sometida, algunas de las cuales incorpora y en muchas ocasiones pierde su identidad.
El incremento de los divorcios y la desvalorización del matrimonio han
permitido que la mayoría de las familias de hoy sean monoparentales (donde los
hijos conviven con uno de los padres), o reconstruidas (donde una de la pareja
ha tenido un matrimonio previo). También, en los últimos tiempos se ha venido
produciendo un fenómeno que ha propiciado el distanciamiento emocional en la
relación entre los miembros de la familia. Pues cada día se dialoga menos, se
dedican menos tiempo, los hijos están inmersos en una serie de actividades que
les mantienen la agenda diaria ocupada. Cada miembro tiene un dispositivo
electrónico al que se le dedica mucho tiempo, por lo que ya no hay espacios
para la integración familiar, ocasionando esto la distorsión conductual de los
hijos pues, más que guiarse por el modelaje de sus padres se ven expuestos a un
mundo artificial, como es el que ofrecen las redes sociales.
Desde mi punto de vista como docente y
profesional del área de psicología considero que existe falta de alianza entre
los padres y los maestros, por la poca comunicación y seguimiento de los padres
en el proceso académico, desconociendo muchas veces las debilidades y
fortalezas de sus hijos en este proceso. Ya que la escuela juega un rol
fundamental, pues está orientada a servir de apoyo a la función formativa de
los hijos, promoviendo relaciones de confianza, afecto y transmisión de
valores, además que ayuda a establecer la relación con otros individuos
diferentes a los del hogar.
Anteriormente, los padres estaban más unánime en la vida de sus hijos y
había una alta valoración del matrimonio, así que la familia se mantenía más
unida. Naturalmente, la apretada agenda que mantienen los miembros de la
familia contribuye a su distanciamiento, a la poca supervisión y acompañamiento
de los hijos y a una disminución de la comunicación. Estas y otras situaciones
influyen en que se presenten desequilibrios en la dinámica familiar y a pesar
de que se busque la ayuda profesional para la solución del problema. El éxito
de toda terapia radica principalmente en la postura o actitud de las personas
que buscan la ayuda de un terapeuta.
En definitiva, pienso que frente a estos desafíos que enfrentan las
familias hoy en día, una solución viable sería que en el hogar se lleve una
agenda común con las actividades exclusivas.
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