Por. Edia matos e Ivanova Perez
Al hablar de postmodernidad y su legado de familias, nos queremos referir a un tema que nos causara un poco de ruido y preocupación.
Si bien en esta era digital tenemos que observar los avances en la cultura, la música e inclusive la transformación a nivel de patrones familiares, sin dejar de lado los constantes bombardeos que reciben nuestros adolescentes desde las redes sociales, hemos observado lo siguiente: personas que viven juntas como familia, pero sin expresión de sentimientos correctos, sin reglas, ni límites, y sin controles adecuados, y que según hemos evolucionado, así han progresado los trastornos emocionales en este siglo 21.
La tecnología, si bien es importante, ha vuelto a nuestros hijos, y los padres en seres digitalmente aislados, tristes, inseguros, que ha evidenciado la lucha sin cuartel de él “suelta esa computadora o celular que te va hacer daño”, hijos inconformes con los padres, porque no sienten que tengan lo suficiente, “Mis hijos no deben vivir la vida que yo viví; y de eso me encargo yo... “Me esforzaré al máximo y le daré lo mejor. “ y padres que se sienten ser malos por no poder complacer ,la generación de la culpa, inmadurez y rabia, y paridora de una generación vacía de razones y merecedores de todo.
Al paso que vamos , tanto en la consulta psicológica, como en el departamento de orientación de las escuelas, las escalas de depresión y ansiedad, son como termostatos a punto de reventar, lamentablemente siendo los adolescentes diagnosticados como depresivos y ansiosos, por sentir su vida sin propósito. Padres muy ocupados, llenos de mitos y tabúes que ejercen una presión que ellos mismos ignoran. Parecieran vivir de espalda a la realidad de la depresión en sus hijos, que hoy día está más presente.
Los adolescentes parten tan importante de la sociedad, es donde se construye el presente y se diseña el futuro de cualquier nación, y son la base del relevo generacional.
En los últimos años, y a raíz del crecimiento socioeconómico mundial, y con la globalización, se ha creado un estilo de vida diferente a nuestras costumbres ancestrales. Nos hemos concentrado en la producción de bienes y riquezas materiales; pensando que merecen lo mejor y desde ese instante comenzamos a pensar de manera errónea. Por supuesto, no pueden vivir la misma vida que tú.
Nuestros jóvenes no están siendo criados; sino más bien cuidados por tutores , abuelos, hermanos, vecinos, tíos, o la señora que ayuda en la casa, quienes finalmente no tienen historia construida con dicho adolescente, y que mucho menos tienen compromiso moral y apego sentimental.
En poco tiempo, quienes están para ser queridos, intencionados y corregidos por un adulto, terminan obteniendo el patrón de la única persona adulta que está en el día a día con él. Persona que muchas veces al final recibe un salario de los padres de dicho joven. Finalmente... quien paga manda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario