Por: Yenny Mariel Reinoso Santos
La
toma de decisiones forma parte de nuestras vidas al igual que las transiciones
y cambios constantes en los que vivimos “Si el mundo cambia, cambiamos con él o
más bien evolucionamos”. ¿Y que pasa con
los jóvenes que cada año culminan la educación secundaria y se ven ante el
dilema de que camino seguir? ¿Acaso es esa, una decisión fácil o que debe
tomarse a la ligera?
Lo
cierto es que existen múltiples factores influyentes en la toma de la decisión
vocacional, como es el contexto, la economía, la búsqueda de un sueño propio o
incluso el sueño de algún familiar. No podemos dejar de lado la personalidad,
la búsqueda de cubrir las necesidades básicas, la autorrealización, los valores
y el autoconcepto.
Y hablemos
por un momento de este último término “Autoconcepto”. Pues sí, “Autoconcepto”,
ya que este, la percepción y valoración que tiene una persona de sí mismo
influyen en sus decisiones.
Que
un joven conozca sus capacidades, habilidades, gustos, así como la percepción,
concepto e idea de sí mismo y de que es
capaz influye en una toma de decisión madura referente a su camino laborar y/o
profesional. Pero el autoconcepto no
nace de la noche a la mañana, sino que se da a medida que el niño crece, se
relaciona, se enfrenta a diferentes escenarios y situaciones y va construyendo
su identidad, percepción y valoración de sí mismo.
Es
entonces el adulto un guía influyente en la búsqueda y construcción de sí mismo
del niño, es por tal que a mi parecer es necesario una educación y orientación
vocacional que fomente en el niño el desarrollo de habilidades para la vida. Que
desde el hogar y la escuela se pueda guiar al niño en la construcción de esas
habilidades para vivir competente a la sociedad en la que vive, habilidades
para su desarrollo personal, profesional y espiritual centrados en su realidad.
La
construcción de esas habilidades para la vida debe iniciar desde el momento en
que inicia la educación del niño para ir acompañándolo y guiándolo no solo en
conocimientos académicos, sino en conocimientos del entorno y sobre todo de si
mismo para el desarrollo de una buena inteligencia emocional que lo conduzcan a
la toma de decisiones favorables para su inserción como adulto en la sociedad y
por consiguiente desarrollo personal y laboral.
Es
necesario una mirada realista y no castrante ante las múltiples o limitadas posibilidades
de nuestros niños y jóvenes que culminan el nivel secundario. Es importante una
Educación Para La Vida y no una educación tan robotizada y limitante frente a
las necesidades actuales de nuestros niños y niñas.
La
orientación vocacional no es decir al estudiante que carrera elegir o decirle si
debe ir o no a la universidad, es más bien un proceso continuo de
acompañamiento al niño en la búsqueda e identificación del camino y
construcción de sueños para su vida adulta, sin importar que pueda o no
equivocarse.
Si,
Leíste bien, Equivocarse. Recordemos que la vida no es un camino lineal,
más bien está hecho de altas y bajas, y es por ello que nuestros estudiantes
podrán también equivocarse en su elección vocacional y laboral y podrán también
rectificar, madurar y evolucionar conforme a cómo van identificando y
construyendo su propio proyecto de vida.
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