Por
Rosa Vicioso
Todo
proceso educativo se enmarca en el logro de un aprendizaje efectivo y
significativo para el alumno. Así, el aprendizaje se puede definir como el proceso de adquisición de conocimientos,
habilidades, valores y actitudes, posibilitado mediante el estudio, la
enseñanza o la experiencia. Este procedimiento se lleva a cabo de una manera más
efectiva cuando el individuo está motivado, cuando le es significativo, así
como también, cuando se entretiene y divierte durante el mismo.
Sin
embargo, muchas veces los procesos de memoria y el aprendizaje se ven afectados
debido a diversos factores entre los que se encuentra el estrés. El cual limita las funciones del
hipocampo, un área cerebral relacionada con el proceso cognitivo e impide el
funcionamiento eficaz del centro nervioso.
Del
mismo modo, tener dificultad para aprender, memorizar y pensar, es algo común
durante los momentos de estrés, como sentirse amenazado por no formar parte del
grupo, sentir que lo que se enseña supera las capacidades personales, la falta
de vínculo con el docente o capacitador (la falta de vínculo genera en el
cerebro la sensación de incertidumbre, ya que no se sabe qué esperar del otro),
exámenes, cansancio, falta de glucosa, etc. Cuando el cerebro percibe amenazas
o el alumno se siente estresado, el cerebro emocional activa un filtro límbico
llamado amígdala, que se estimula cuando los niños y jóvenes en el centro
educativo, experimentan situaciones estresantes como la confusión por material
extremadamente demandante, aburrimiento por temas…
Al experimentar el mundo gracias a la vista,
el oído, el gusto, el olfato y el tacto, nuestro cuerpo se transforma en un
increíble receptor sensorial que recoge la información necesaria de nuestros
sentidos y la incorpora al aprendizaje. Esto es si el cerebro es desafiado de
manera óptima y en un clima agradable y de confianza. Pero, ante una situación
de amenaza, tensión y estrés el mismo se
encoge y se hace menos flexible. Por tal razón, es primordial crear ambientes
donde la experiencia sensorial sea rica
y libre, donde exista la posibilidad de formar patrones de aprendizaje
complejos, se active el pensamiento y se propicie la creatividad.
En
conclusión, si como docentes queremos despertar la capacidad de aprendizaje es
necesario aprender a no generar situaciones estresantes, ser conscientes de cómo
el estrés afecta el proceso de
aprendizaje, cuidar los vínculos del grupo en el aula, generar una atmosfera relajada en los alumnos.
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