Por:
Alejandrina Marte Jorge
María Ramírez Disla
El papel del desarrollo emocional en el aprendizaje es
menos evidente que el desarrollo intelectual. Pero, deberemos insistir en que
muy pocos pensamientos o acciones son meramente intelectuales; casi todos
tienen un contenido emocional. Cuando nos referimos al aspecto emocional
también incluimos actitudes, sentimientos, valores y motivaciones. Todos ellos
influyen en lo que aprenderá una persona y en el uso que hará de su
aprendizaje.
La corriente de opinión que otorga gran importancia a los
factores emocionales en la educación cobra cada día más fuerza. Por otra parte,
realizar una explicación detallada y coherente sobre el desarrollo emocional de
los niños es mucho más complejo que la del desarrollo intelectual. De hecho,
las conductas emocionales tienen una amplitud y variedad mucho más extensas que
las conductas intelectuales. Por ello, las teorías sobre el desarrollo
emocional suelen contener muchos elementos subjetivos y especulativos, más que
las del desarrollo intelectual. Son, consecuentemente, difíciles de establecer,
evaluar y aplicar en clases. Si para el desarrollo de las actividades con los
niños se crea un clima amable, respetuoso, que los apoye y estimule, se habrá
avanzado bastante: los profesores saben que es posible trabajar en un ambiente
de razonable disciplina donde todo el mundo pueda expresarse, sin gritos,
anotaciones o amenazas; es decir, se trata de crear un ambiente propicio para
el aprendizaje. También saben que si bien es importante la escuela, también lo
es la familia, que tiene un papel importante en el desarrollo infantil. La
familia cercana a la escuela, trabajando de consumo con la institución escolar
y los profesores, puede contribuir decisivamente al desarrollo social y
afectivo de los niños.
El desarrollo emocional influye directamente en la
evolución intelectual del niño; un desarrollo emocional poco satisfactorio
puede incidir en aspectos del desarrollo intelectual como limitaciones en la
memoria, dificultades en la percepción y en la atención, y disminución de las
asociaciones mentales satisfactorias. Más aún, se afirma que una atrofia
emocional en la infancia puede repercutir en una limitación de la capacidad de
abstracción.
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