Por:
INGRID
BAEZ
WILSON PEGUERO.
La familia es considerada el núcleo de la sociedad, le
corresponde formar miembros que contribuyan a generar bienestar a la humanidad
mediante la práctica de actividades responsables, en el estudio de los
problemas socioeconómicos, las precarias condiciones de la calidad de vida de
la población, así como las altas tasas de desempleo, entre otras necesidades
que afectan las sociedades, se hace necesaria la intervención de la familia o
parte de ella.
Cuando pensamos en un emprendedor,
nuestra idea es la de aquella persona adulta que ha desarrollado una idea o
creado una empresa de manera libre y autónoma.
Las
habilidades que se potencian en el emprendimiento deben tener su base familiar
para poder generalizarla a un contexto externo, el emprendimiento desde una visión amplia del concepto,
consiste en que una gran mayoría forman parte de una sociedad en la que de una
manera u otra influyen en aquellas
potencialidades que podrían ser emprendedores del futuro.
Ese emprendedurismo comprende aspectos
generacionales en el que la familia como institución ha venido perdiendo
terreno fruto de la influencia del entorno social en el que interactúan, en los últimos años han
sido importantes los cambios generados en este contexto, provocando el
desequilibrio psicoemocional en nuestros niños, niñas y adolescentes
contribuyendo a la construcción de un
emprendedurismo negativo.
En nuestra sociedad han existido
diferentes tipos de fuentes de enriquecimiento dando lugar a diversos
cuestionamientos de adquisiciones sumamente voluminosas a causa de la poca supervisión y el empoderamiento
familiar ante las múltiples oportunidades que ofrece una sociedad en franco
deterioro arropada por el crimen organizado como forma de practicar arriesgadas
habilidades en contraposición a un emprendedurismo saludable digno de una
verdadera institución familiar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario