Por:
Yinette Fernandez Peña
La
responsabilidad principal de la escuela es garantizar una educación de calidad
e inclusiva, donde todos los alumnos reciban iguales oportunidades para
desarrollar sus potencialidades y competencias necesarias para su realización
personal y social. De ahí la necesidad de que esta articule acciones que
capaces de cumplir con tales aspiraciones, sin embargo, esta misión resulta
cada vez más desafiante, puesto que en las aulas confluye un universo de
actores, tanto docentes como de estudiantes con culturas, ritmos y estilos de
aprendizajes con diferencias marcadas pero que deben ser atendidos conforme a
las necesidades de cada uno.
Este
universo es llamado diversidad, cual refiere a “Variedad, semejanzas,
diferencia” (DRAE), es decir que, evocaa la diferencia, la existencia de la
variedad o la abundancia de individuos o cosas de distintas características que
confluyen en un determinado espacio o comunidad. En la ley general de educación
66’97 (art 4, lit. m) se instituye el derecho que tiene cada estudiante de
recibir una educación apropiada sin importar sus capacidades y condiciones
físicas, culturales o de cualquier otra índole que pudiera privarles de sus
derechos fundamentales. De ahí la necesidad de que la escuela reciba y valore a
cada alumno por ser quien es, sin ningún tipo de discriminación
Una escuela
de calidad es aquella que ayuda y da seguimiento al proceso de enseñanza –
aprendizaje de sus alumnos, buscando alternativas y nuevas estrategias que
sustenten dicho proceso, contribuyendo así en el desarrollo de sus habilidades,
competencias, actitudes, destrezas, creatividad, apoyándose en el marco de la
adaptación curricular, propósitos planteados, metodologías didácticas,
materiales y recurso que favorezcan las diversas necesidades de los alumnos,
socializando de forma directa con las familias de modo tal.
Por
esto los centros educativos tiene el reto de gestionar espacios y momentos
educativos que den respuestas a estas demandas, lo cual implica una
transformación de la cultura escolar, que fomente la convivencia respetuosa, y
avance hacia una comunidad escolar acogedora, colaborativa y estimulante. Por
lo que ‘’es la escuela la que debe adaptarse a los/las estudiantes y no
estos/estas a la escuela’’ (MINERD:11)
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