Por:
Awilda Santos Muñoz
y Ana Iris Escolástico De La Cruz
Tomando como punto de inicio la conceptualización de la carrera y de la determinación habitual de factores vinculados al desarrollo, ofrecemos un vistazo por algunas dimensiones de índole interna, que juegan un papel indispensable en este proceso. Estas son: el autoconcepto, los valores y las expectativas. Las cuales tienen un rol imprescindible en el perfeccionamiento de la identidad. En correspondencia con dichas dimensiones, en este artículo se aporta una pequeña explicación incluyendo en qué consisten y cuál es su trascendencia para el desarrollo.
Todos
sabemos que una de las decisiones más importantes de la existencia es el
decidirse por una carrera universitaria, y esto conlleva a factores importantes
que pueden influir y que debes de estar consciente de que pueden ayudarte, de
forma positiva o negativa, a elegir tu profesión. Existen dos grandes factores
para la elección de esta:
Factores
internos, que se refieren a características personales, aquí se incluyen las
elecciones vocacionales; esto va a la par con tu personalidad, intereses,
habilidades, igualmente con las aptitudes que posees para desempeñarte. Este es
de importancia trascendental, ya que es un autoexamen, y de este modo puedes
darte cuenta para qué eres bueno.
Factores
externos, son los que te influyen en tu entorno de desarrollo; tales como:
sociales, económicos, familia, cultura y mitos. La familia En esta etapa,
posiblemente todavía eres joven y te encontrarás en proceso de alineación. Tu
familia tiene un rol imprescindible en esta transformación, al mismo tiempo de
ser tu núcleo más contiguo, por las experiencias adquiridas, ellos te pueden
orientar en esta evolución, y las expectativas de tus padres pueden ser un ente
determinante. Contar con este sostén es esencial para la reafirmación de tu elección,
pero no debe ser influenciada de modo infundada por los deseos que ellos
quieran imponer. Es significativo que recuerdes que toda persona tiene
habilidades y gustos diferentes, inclusive de sus propios padres o hermanos.
Comprender
cómo se conforma la identidad profesional implica dominar la alineación de la
identidad individual y la identidad social, evitar su abordaje llevaría a
prestar atención de forma parcial al profesional cuyo afianzamiento como tal
depende de los distintos entornos en los que se desenvuelve, desempeñando los
distintos papeles que hacen viable la existencia e interacción del sujeto con
los demás.
La
identidad profesional es el acumulado de atributos que permiten al sujeto
reconocerse a sí mismo como ser que pertenece a una comunidad profesional.
Ejecutar actividades y tareas en un entorno laboral, otorgan al sujeto
reconocimiento benéfico que lo distingue de otros profesionales. La identidad
propia se adquiere a partir los primeros años de vida, o de la identidad social
adquirida de la correspondencia con los otros, la identidad profesional se
desarrolla hasta que el sujeto entra en contacto con los establecimientos de
educación superior y se relaciona con los personajes reconocidos
intrínsecamente del campo profesional.
Goñi
Palacios (2009), por su parte, hace una distinción entre los términos
autoconcepto y autoestima, considerándolos como dos caras de una misma moneda,
necesarias para el diagnóstico en orientación personal y profesional.
“El autoconcepto
es la dimensión descriptiva y hace referencia a la idea que cada persona tiene
de sí misma, mientras que la autoestima es la dimensión valorativa y alude al
aprecio (estima, amor) que cada cual siente por sí mismo (p. 35)”.
El
autoconcepto tendrá una particularidad más positiva o negativa en función de
las experiencias vitales que hayan acompañado al sujeto (y lo estén haciendo en
el presente), así como por la manera en que esta haya aprendido a apreciar y
manifestar a las mismas. En la disposición en que es algo aprendido, tampoco es
inmóvil. Puede cambiar si la persona pone en práctica nuevas competencias y
habilidades para el desarrollo personal y profesional, competencias para el
cambio.
La
resiliencia es vista como factor de desarrollo, necesario para el cambio de
enfoque en orientación. Forés y Grané (2012, p. 10) definen la resiliencia como
«la habilidad de saber construirse, en cada ocasión, un entorno afectivamente
seguro desde el que explorar el mundo». Concretamente, la resiliencia hace
referencia a la capacidad de la persona para valorar adecuada y positivamente
las experiencias, y dar respuesta a las adversidades desde un esquema más
positivo, más optimista, y, sobre todo, generativo de nuevas posibilidades de
desarrollo.
La
escapatoria de la zona de confort lleva a las personas a trabajar nuevas
características que, en la generalidad de los casos, repercutirán de manera
positiva. Las empresas que apuestan a este género de recursos humanos entienden
y demandan que su personal adquiera un nivel de compromiso. Y estar
comprometido con su causa no significa simplemente ingresar y salir de la misma
ordinariamente, según lo estipule el horario. Siempre y cuando se valore el
recurso humano, la dedicación que las empresas sostienen en su día a día
laboral tiene como objetivo que el personal considere a la compañía como
propia. Estar involucrado en la causa, y viviendo los aciertos y errores como
si se trataran de cuestiones personales, llevarán a fortificar un vínculo que
beneficiará ambas partes.
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