jueves, 30 de enero de 2020

Escuela y familia, unidas por la formación


Por: Yaniris Ysabel López

En los últimos tiempos mucho se ha hablado del rol de la familia y la escuela en la educación de los niños y niñas. En numerosas ocasiones se han criticado las acciones de la escuela culpándola del deterioro de los jóvenes de la sociedad actual, al sugerir que no se enseñan los valores y principios morales en las aulas.
Y es que en estos tiempos de pluriempleo, globalización y auge de las tecnologías se ha confundido el papel de la escuela como instructora y promotora de aprendizajes con el de la familia formadora por excelencia de los individuos a nivel moral y espiritual.
La ley entra por casa, es uno de los refranes utilizados por nuestros antepasados, lo que deja claro de dónde parten la moral y las buenas costumbres. Los niños y niñas antes de llegar a la educación inicial llevan años de experiencias, vivencias y aprendizajes en el hogar que van marcando su manera de relacionarse con los demás y que se pondrán en práctica al llegar a la edad escolar.
El ejemplo de papá y mamá son determinantes en estos primeros años de vida, así como la interacción con los parientes más cercanos, con ellos se aprende a desarrollar el lenguaje, gestos y maneras particulares de cada núcleo familiar, que si bien son modificados al llegar a la escuela mantienen su esencia dentro de cada ser humano.
Es por eso que los roles de estas dos instituciones sociales no se pueden confundir. Ninguna de ellas puede ceder sus funciones a la otra porque generan un vacío en el individuo muy difícil de llenar.
En el hogar el niño debe aprender a comportarse en los ambientes sociales, enseñanza que se fija más en la mente cuando viene de los labios de una madre o un padre amoroso. Se recuerda cada experiencia y aunque los padres se enojen la capacidad de perdonar es más grande cuando se trata de ellos por el vínculo que se ha creado desde el nacimiento.
En la escuela los estudiantes refuerzan esos valores que se han adquirido previamente en casa, los maestros hacen grandes esfuerzos por lograr un comportamiento adecuado que les permita a los alumnos aprovechar al máximo las enseñanzas, pero no cuentan con ese vinculo de sangre, de cercanía que tienen los padres para corregir y lograr cambios significativos.
Es muy cierto que nuestra sociedad ha dado cambios vertiginosos y que la presente generación da muestras de desequilibrio en la formación y en la transmisión de valores; lo que 20 años atrás era inconcebible hoy es la norma, provocando que hasta los mayorcitos veamos esas conductas como normales.
Sin embargo, no podemos atribuir toda la responsabilidad de lo que esta pasando solamente a la escuela, ni tampoco a la familia, existen otros factores que están incidiendo de manera negativa en la educación de las generaciones y aquí es donde entran las nuevas tecnologías. Los jóvenes de hoy manejan una serie de informaciones que escapan a padres y maestros, ellos llevan gran ventaja, por eso muchas veces cuando los padres se enteran de lo que está pasando con sus hijos ya es demasiado tarde.
Criar y educar en estos tiempos es una tarea difícil pues la familia debe estar siempre al asecho para evitar que alguno de sus miembros caiga en una de las tantas trampas que se encuentran en el medio en que se desenvuelven. Familia y escuela deben trabajar unidas comprendiendo y asumiendo cada cual su responsabilidad frente a los más jóvenes que son el blanco perfecto de las tentaciones actuales.






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