Por:
Wilson Manuel Quiterio Portes
|
Hablar de la Familia
es hablar del origen. Evidentemente la familia es el punto de partida, el principio
de cada uno de nosotros. Explica y justifica quiénes y cómo somos. De dónde
venimos marca casi infaliblemente hacia dónde vamos. No es un destino, es un legado.
Se trata de la
institución más arcaica de la humanidad, reproducida y desarrollada en todas
las religiones, en todas las culturas, en todos los climas, por todas las
razas. Inclusive más allá de lo que consideramos humanidad, en el mundo animal
también existe con cuantificaciones similares. Una entidad sin duda cuestionada,
alterada, evolucionada, que cada uno intenta cambiar para que se ajuste mejor a
una realidad concreta. Y, evidentemente, la familia occidental de hoy es muy
diferente de la familia tradicional, hoy en día hay familias con dos padres,
con dos madres, con un sólo padre/madre, con hijos adoptados en lugares
remotos, con hijos de diferentes y consecutivas parejas… pero todo esto que
puede alterar el significado social de la familia, no cambia el concepto
esencial, lo que define a una familia. Para algunos la familia es algo parecido
a una patria, tal vez la auténtica patria: define una pertenencia a un grupo
similar; similar en intereses, en apariencia, de la misma sangre y con las
mismas costumbres. Un punto de referencia en una historia corta y personal. Un
lugar al que volver, con unas personas que son parte de ti como tú eres parte
de ellos. Siguiendo esta línea sentimental, muchos son los que opinan que lo
que une a una familia es el amor más que la sangre o las leyes. La sangre pesa
más que el agua, dicen en mi pueblo. Esto demostraría, como siempre, que la
palabra amor aparece en cualquier parte.
Pero en la
familia, tal y cómo la conocemos, tal y cómo todos la sobrellevamos, no
solamente hay amor. Muchas veces hay otras muchas cosas, excepto amor. Hay
sobre todo malentendidos. Porque no olvidemos que hablamos de una institución
socialmente aceptada y apoyada; es decir, de un sistema de control del
individuo en sus aspectos más privados. La familia es la que mantiene y
transmite una religión, unas costumbres sociales, unos ritos, una ideología. Y
es también el origen de prácticamente todos los traumas, miedos, carencias y
prejuicios que marcarán para siempre nuestras vidas. Si aceptamos algo que
parece ya incuestionable, como es que la personalidad de un individuo está
formada, en su mayor parte y sobre todo en los aspectos esenciales, a la edad
de 7 años, entonces queda evidenciado que la personalidad de la gran mayoría de
los humanos se forma en el seno de la familia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario