Por:
Juana Esther Ureña
Cortorreal
Quisqueya Grullart
Cortorreal
La intención de habilitar a sus miembros es la gran exclusiva humana, la que nos define
como especie, porque permite a cada individuo asimilar en un breve espacio de
tiempo las creaciones culturales que la humanidad tardó decenas de miles de
años en inventar: el lenguaje, el desarrollo de las funciones ejecutivas, la
sumisión a normas, la convivencia en sociedades extensas, entre otras. Es
importante destacar, que el aprendizaje modifica el cerebro y que la educación lo
hace de una manera intencionada, dirigida, aprovechando conscientemente las
posibilidades que el mismo cerebro proporciona. Asimismo, para muchos la
neurociencia puede ayudarnos a comprender y a mejorar el trabajo educativo y
cada vez se están haciendo más esfuerzos para aprovechar en la educación los
descubrimientos neurocientíficos que, desde hace muchos años, ya se aprovechan
en otras aplicaciones.
En ese sentido, la colaboración entre neurociencia y educación una idea que
permite éxito en los procesos pedagógicos adaptados a realidades humanas
distintas. Esta cooperación recíproca está comúnmente aceptada, es por ello que
los pedagogos están comprometidos a aprender de los neurocientíficos lo que sea
útil para mejorar sus procesos áulicos, y estos últimos deben validar y sacar
información de los métodos experimentados por los educadores. La complejidad de
la situación actual, con sus oportunidades y sus retos educativos, revela la
necesidad de fortalecer las colaboraciones entre ambas ciencias. En ese orden
de ideas, la educación a lo largo de
toda la vida, los productos potenciadores del cerebro, las interacciones
cerebro-tecnologías de la información, la selección genética de la inteligencia
son aspectos que vinculan la neurociencia con la educación en lo que se puede
llamar neuro educación.
Como educadoras, saber como funciona el cerebro resulta útil, porque nos
permite conocer sus posibilidades y la forma de cuidarlo. También, saber que
podemos esculpir nuestro cerebro, y que la educación, la experiencia, el
entrenamiento convierten cada cerebro en obra única, tiene una importante
influencia educativa, y por eso entendemos que es importante que sea de
conocimiento masivo, tanto los maestros, directivos, estudiantes, padres y
demás, también, porque recibir esta información lleva a interpretar que se
aprende de manera distinta.
A pesar de lo expuesto más arriba, para John T. Bruer (2008), hay que
construir los puentes entre neurociencia y educación, pues todavía no existen,
por lo que considera que son los “psicólogos cognitivos” los que están en
mejores condiciones para hacerlo.
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