Por: Ángela Vizcaíno Doñé
El
concepto aprendiz puede parecer plano y sin matices pero lo cierto es que ha
evolucionado mucho a lo largo del tiempo. El ser humano, al nacer, es el ser
más indefenso sobre la Tierra. Nacemos desprovistos de las conductas básicas
necesarias para la adaptación. En contraste, la mayoría de animales poseen
repertorios innatos de conducta que les permite una adaptación inmediata y, en
todo caso, su proceso de aprendizaje es más corto. Comparativamente, la
infancia de los seres humanos es más larga, debido a que la cantidad de
aprendizaje que debemos incorporar es mucho mayor. Pero ¿qué es el aprendizaje?
Para
poder adaptarnos a las condiciones cambiantes de la realidad, es necesario aprender
a resolver dificultades. Desde el más insignificante acto de un infante, el de
abrir una caja para comerse dulces, hasta el más complicado paso de ballet
suponen el desempeño de muchas capacidades.
Por
un lado se admite que cuando aprendemos estamos ligados a ciertos procesos de
condicionamiento y refuerzo negativo y positivo. Del mismo modo se reconoce que
no puede entenderse nuestro comportamiento sino no tomamos en cuenta nuestro
entorno que nos está influyendo a modo
de presión social.
También
los factores cognitivos en el aprendiz debe ser de mucha ayuda, ya que el
aprendiz no es un sujeto pasivo que asiste a su ceremonia de aprendizaje, si no
que es activo en su proceso de formación
y espera cambios y resultado
interpersonal.
Somos
capaces de prever cosas a partir de lo
que les pasa a otros, del mismo modo en el que el hecho de vivir en un medio social nos hace plantearnos ciertos objetivos de aprendizaje y no otros.
"Un niño, un profesor y una pluma pueden
cambiar el mundo, La educación es la única solución”( Malala Yousafzai)
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