Por:
Dulce Jimenez
Propiedad, a menudo solemos hablar de los hijos como si
se tratase de algo que nos pertenece, prácticamente hablamos sobre ellos como una “posesión”. Así
como enumeramos nuestros más sobresalientes
bienes, nos atrevemos a alargar
la lista con ellos: “Tenemos un auto,
una casa, tenemos una empresa, tenemos un perro y... “tenemos cuatro
hijos” ¡Vaya forma de pensar!
Si
bien es cierto que daríamos todo por nuestros hijos y que las demás cosas que
nos atribuimos pasan a un segundo plano, debemos de saber que nunca nuestro
auto nos va a exigir sus derechos, ni va
a expresar la falta de valores en su entorno.
Más
que enfatizar que nuestros hijos son personas de carne y hueso y que gozan de
raciocinio y capacidad para auto superarse, enfaticemos en que estos, no siendo
de nuestra propiedad, son nuestra prioridad. Si nuestro auto no arranca, lo llevamos al taller. Si después
de unas semanas de arreglos no funciona,
lo vendemos como chatarra. En cambio, si el niño “no arranca” en la escuela ¿A
quién se lo vendemos?
Ya
que los niños nacen dentro de un núcleo
familiar, resulta natural que la familia
asuma la responsabilidad de esa su vida
que empieza. Pero el niño tiene un corazón, virtudes y fortalezas que lo define
como una ser autónomo con personalidad y sentido común. Como padres damos a nuestros
hijos la apertura para la vida y nos adjudicamos el grandioso deber de ayudarles,
pero no podemos dominarlos como al carro o al perro.
¿Cuándo
evitamos tratar a nuestro hijo como una
propiedad?
ü Cuando les enseñamos
al normas de “seguridad” y los responsabilizamos de cumplirlas en lugar de
sobreprotegerlos.
ü Cuando les enseñamos
a hablar correctamente hablándoles correctamente, en lugar de imponer un
lenguaje o modales que no practicamos.
ü Cuando les
enseñamos compromiso y moral, de manera tal que nuestra imagen o
presencia no sea lo único que les recuerde sus deberes y les indiquen el bien.
ü Cuando les
enseñamos a ser conscientes y agradecidos,
como una forma de mantenerlos realistas y conformes con su realidad.
Amigos
Desde
su nacimiento, nuestros hijos
desarrollan simultáneamente con nosotros un vínculo invaluable. En los días de
alto enojo el vínculo padres-hijos debe mantenerse. Cuando nuestros hijos toman un rumbo distinto,
el vínculo debe hacerse fuerte. Cuando
uno de los dos faltes, el vínculo debe ser respetado e insustituible. Este
vínculo de compañía, protección y educación está, entre muchas cosas, fundamentado por una marcada amistad.
Dicen
los expertos, que la madre es la primera novia del niño y el padre es el primer
novio de la niña. A medida en que crecen estos puestos son desplazados y los
padres pasan de ser figuras o modelos a seguir, a ser el perfil a buscar en alguien
más.
Por
otra parte, el concepto de “amistad” debe ser unilateral en el sentido de que
un hijo puede considerar a su padre su amigo, más un padre nunca debe creerse
este rol de forma literal.
Es
decir, nuestros hijos nunca han de ser nuestro paño de lágrimas, nuestro
confidente o nuestro cómplice en lo mal habido. Si con ser amigos (padres-hijos) hablamos de sostener
una relación donde la autoridad este
presente sin que se sienta una franja entre estos dos, entonces sí.
Si
y siempre y cuando haya autoridad, nuestros hijos pueden ser nuestros amigos.
Nunca debemos dar a torcer nuestro brazo. Las reglas acompañadas de respeto dan
como resultado la obediencia, las reglas acompañadas de represión son el
componente perfecto para la rebeldía.
Quizás
a muchos nos cruce por la mente la idea de que un amigo es aquel que lo sabe
todo sobre nosotros pero ¿Nuestros hijos necesitan saberlo todo sobre nosotros?
Algunos
tenemos la dicha de haber sido totalmente ajenos a la situación económica de
nuestros hogares cuando éramos niños. No recordamos a nuestros padres diciendo literalmente
“Estamos en la quiebra” “Este mes te daremos menos comida”, simplemente porque
en lugar de hacerlo, nuestros padres,
siguieron siendo los mismos y trabajaron en silencio para que esto no
sucediera. De manera tal que nuestros hijos son amigos que necesitan ser
escuchados y cuidados por nosotros.
“Cuéntale
todo a papa” “Cuéntame sobre tu día en clases”
“Si te sientes mal, estoy para ti”
son frases de compañía que debemos exhortar a nuestros queridos
amiguitos que están bajo nuestra
protección.
¿Qué
tipo de amigo es mi hijo?
ü El tipo de
amigo del que podemos aprender a escuchar.
ü El tipo de
amigo con el que podemos enmendar errores y aprender de ellos, atreves de sus
vivencias.
ü El que nos
puede alegrar con sus hazañas.
ü Quien puedes
ser nuestra ayuda en quehaceres.
ü Nuestro
amigo de besos y abrazos.
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