martes, 25 de julio de 2017

Nuestros hijos ¿Propiedades o amigos?

Por:

Dulce Jimenez 

Propiedad, a menudo solemos hablar de los hijos como si se tratase de algo que nos pertenece, prácticamente  hablamos sobre ellos como una “posesión”. Así como enumeramos nuestros más sobresalientes  bienes, nos atrevemos  a alargar la lista con ellos: “Tenemos un auto,  una casa, tenemos una empresa, tenemos un perro y... “tenemos cuatro hijos” ¡Vaya forma de pensar!
Si bien es cierto que daríamos todo por nuestros hijos y que las demás cosas que nos atribuimos pasan a un segundo plano, debemos de saber que nunca nuestro auto nos  va a exigir sus derechos, ni va a expresar la falta de valores en su entorno.
Más que enfatizar que nuestros hijos son personas de carne y hueso y que gozan de raciocinio y capacidad para auto superarse, enfaticemos en que estos, no siendo de nuestra propiedad, son nuestra prioridad.  Si nuestro auto  no arranca, lo llevamos al taller. Si después de unas semanas  de arreglos no funciona, lo vendemos como chatarra. En cambio, si el niño “no arranca” en la escuela ¿A quién se lo vendemos?
Ya que  los niños nacen dentro de un núcleo familiar,  resulta natural que la familia asuma la responsabilidad de esa  su vida que empieza. Pero el niño tiene un corazón, virtudes y fortalezas que lo define como una ser autónomo con personalidad y sentido común. Como padres damos  a nuestros  hijos la apertura para la vida y  nos adjudicamos el grandioso deber de ayudarles, pero no podemos dominarlos como al carro o al perro.
¿Cuándo evitamos  tratar a nuestro hijo como una propiedad?
ü  Cuando les enseñamos al normas de “seguridad” y los responsabilizamos de cumplirlas en lugar de sobreprotegerlos. 
ü  Cuando les enseñamos a hablar correctamente hablándoles correctamente, en lugar de imponer un lenguaje o modales que no practicamos.
ü  Cuando les enseñamos compromiso  y  moral, de manera tal que nuestra imagen o presencia no sea lo único que les recuerde sus deberes y les indiquen el bien.
ü  Cuando les enseñamos a  ser conscientes y agradecidos, como una forma de mantenerlos realistas  y conformes con su realidad.


Amigos
Desde su nacimiento,  nuestros hijos desarrollan simultáneamente con nosotros un vínculo invaluable. En los días de alto enojo el vínculo padres-hijos debe mantenerse. Cuando  nuestros hijos toman un rumbo distinto, el  vínculo debe hacerse fuerte. Cuando uno de los dos faltes, el vínculo debe ser respetado e insustituible. Este vínculo de compañía, protección y educación está, entre muchas cosas, fundamentado  por una marcada amistad.
Dicen los expertos, que la madre es la primera novia del niño y el padre es el primer novio de la niña. A medida en que crecen estos puestos son desplazados y los padres pasan de ser figuras o modelos a  seguir, a ser el perfil a buscar en alguien más. 
Por otra parte, el concepto de “amistad” debe ser unilateral en el sentido de que un hijo puede considerar a su padre su amigo, más un padre nunca debe creerse este rol de forma literal.
Es decir, nuestros hijos nunca han de ser nuestro paño de lágrimas, nuestro confidente o nuestro cómplice en lo mal habido. Si con ser  amigos (padres-hijos) hablamos de sostener una relación donde la autoridad  este presente sin que se sienta una franja entre estos dos, entonces sí.
Si y siempre y cuando haya autoridad, nuestros hijos pueden ser nuestros amigos. Nunca debemos dar a torcer nuestro brazo. Las reglas acompañadas de respeto dan como resultado la obediencia, las reglas acompañadas de represión son el componente perfecto para la rebeldía.
Quizás a muchos nos cruce por la mente la idea de que un amigo es aquel que lo sabe todo sobre nosotros pero ¿Nuestros hijos necesitan saberlo todo sobre nosotros?
Algunos tenemos la dicha de haber sido totalmente ajenos a la situación económica de nuestros hogares cuando éramos niños. No recordamos a nuestros padres diciendo literalmente “Estamos en la quiebra” “Este mes te daremos menos comida”, simplemente porque en lugar de hacerlo,  nuestros padres, siguieron siendo los mismos y trabajaron en silencio para que esto no sucediera. De manera tal que nuestros hijos son amigos que necesitan ser escuchados y cuidados por nosotros.
“Cuéntale todo a papa” “Cuéntame sobre tu día en clases”  “Si te sientes mal, estoy para ti”  son frases de compañía que debemos exhortar a nuestros queridos amiguitos que están bajo  nuestra protección.
¿Qué tipo de amigo es mi hijo?
ü  El tipo de amigo del que podemos aprender a escuchar.
ü  El tipo de amigo con el que podemos enmendar errores y aprender de ellos, atreves de sus vivencias.
ü  El que nos puede alegrar con sus hazañas.
ü  Quien puedes ser nuestra ayuda en quehaceres.
ü  Nuestro amigo de besos y abrazos.










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