Por:
Elizabeth guzmán
Y Elineé Reyes
La familia esta herida y como no estarlo si ya no se le inculca a los
hijos el amor a Dios y al prójimo, dedicamos todo nuestro esfuerzo en obtener
bienes materiales que no son indispensables para vivir, no toleramos la
crítica, la palabra perdón la sacamos de nuestro diccionario, al mas mínimo comentario
solo queremos atacar. Huimos de la palabra sencillez, tenemos la falsa
convicción de que tenemos que ser
servidos, pero no somos capases de ayudar al necesitado.
Estamos criando hijos orgullosos y soberbios, incapaces de controlar sus
emociones pensando que tienen todo el derecho de lastimar y ofender, que no
muestran respeto por los demás, sin deseo de superación, ya que le damos todo y
no le permitimos que luchen por lo que quieren, no establecemos límites claros
entre hijos y padres, les hemos dado toda la libertad que ellos desean sin medir
consecuencias, ya no hay niños por que los adultos nos hemos encargado de
transformarlos, le hemos robado su infancia.
Los juegos sanos quedaron en el olvido, la
tecnología mal utilizada ha idiotizado a la población impidiéndoles ser
dueños de su propia mente y de sus actos llegando al punto de perder su
identidad, la música que llama la atención es aquella que invita a la
perdición y a ver nuestro cuerpo como un
objeto sin valor.
Las casas se sienten vacías porque todos están inmersos en su mundo, no
existe ningún tipo de comunicación verbal, ya no se expresan sentimientos de
amor y respeto por los miembros de la misma familia.
Si esto sucede en seno del hogar que podemos esperar cuando salgan a la sociedad,
estas personas que no tienen ni conocen la palabra respeto, amor, escucha,
tolerancia y mucho menos deseos de superación.
La familia permanecerá herida hasta que cada uno, tome conciencia del
grave error que está cometiendo al ser tan permisivos y no ver la realidad de
las cosas, a darle a cada quinen el lugar que le corresponde dentro del seno
del hogar, a inculcar valores reales, establecer límites, permitir que cada uno
pueda vivir y disfrutar sus etapas sin prisa y sobre todo poner a Dios como guía
y ejemplo para que atreves de el, poder edificar una familia más unida y llena
de amor.
“vale la pena la vida en familia. Una sociedad crece fuerte, crece
buena, crece hermosa y verdadera, si se edifica sobre la base de la familia”. (Papa Francisco).
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